Buscar un sitio sin preguntar

Antes de la existencia de sistemas de navegación gps en los coches o el uso de los smartphone para obtener las indicaciones de cómo llegar a una localización, había una fórmula estandarizada para encontrar las localizaciones: buscar sin preguntar.

Sí, aunque parezca un disparate lo que hacíamos antes, la mayoría, era aferrarnos a un orgullo raro que nos impedía preguntar por localizaciones que desconocíamos, mientras intentábamos encontrarlas en base a… no se sabe qué fantasía.

Cuando no te quedaba otra solución acababas claudicando y preguntabas a alguien por la calle, pero lo hacías con resquemor. También es verdad que muchas indicaciones eran incorrectas, porque –adivinen– los que no sabían, no lo reconocían, mientras decían lo que les sonaba. Eso de responder ‘No lo sé‘ era complicado.

Que conste que he sido protagonista en los dos roles, pero no una vez, sino muchas. Hasta que aprendí a decir ‘No tengo ni idea’ y a preguntar a las primeras de cambio.

Estos dos comportamientos tan erráticos se trasladan a otras áreas de forma mimética. En el resbaladizo entorno digital, la tentación de ponerse a hacer sin realizar aprendizaje, escuchar explicaciones o sin mirar la documentación es enorme.

Algo que a todas luces parece un disparate similar al que contaba al principio. Se sigue intentando resolver el problema por medio de la insistencia. Invirtiendo diez veces más tiempo del que llevaría asumir la curva de aprendizaje, para al menos entender el contexto en el que se está.

Aquí el no preguntar se sustancia en no formarse, ni informarse y también en no intentar hablar con el otro lado de las plataformas que sí responden.

Algo que soluciona muchos quebraderos de cabeza de forma tan rápida y sencilla, se desecha como si no se pudiera acometer. Y por último, para cerrar el círculo, acabamos pidiendo ayuda a alguien, que no reconoce que no sabe, metiéndonos en un follón mayúsculo.

Es importante recordar que en digital sí tenemos gps, se llama Google o similares. Así que mejor usarlo y abandonar ese raro orgullo por ir como pollo sin cabeza.

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