Todo el mundo tiene sus aficiones. A mí me gusta quejarme, es algo que disfruto –vaya usted a saber por qué– como un enano. Y si uno tiene que darse una paliza contra natura y productividad, porque no queda más remedio, pues se hace sin problema.
Eso sí, lo de quejarse por el cansancio es un premio merecido al que no hay que renunciar. Lo parte mala de cuando se te va la mano con la jornada y llegas a ese estado de cansancio, sabes a cuál me refiero, es que se hace complicado descansar.
Y cuando lo haces, parece que vas en el freno de mano, permitiendo solo lo justo. No hay nada como estar descansado y desconectado para descansar bien. Esperemos que los próximos días vuelva a la senda de contenidos que interesan y me deje de batallitas.