Iba a titularlo, cuando el cliente…, pero ni llega a ese estatus. Cuando no se sabe lo que se quiere y se actúa como si lo supiera, la única transacción que se consigue es la del tiempo. Y no me refiero precisamente al suyo, sino el que hace perder al negocio.
Esa cultura del escaparate, la de mirar los distintos productos, preguntar por varios de ellos, sobre si tienen este modelo pero con estas otras características, regatear el precio, pedir más añadidos y echar la tarde, para irse sin comprar nada, ha hecho mucho daño.
En determinados escenarios está bien. Pero cuando se trata de otros asuntos, como los servicios digitales personalizados, el tiempo de inversión es muchísimo más grande, por lo que el usuario que lo gasta en modo mirón hace muchísimo más daño.
En época de crisis abunda este tipo, el que no sabe lo que quiere, necesita que la cosa se mueva, pero no entiende nada, pide de todo como un loco y dinamita el tiempo de ajenos, sin tener nunca ni la más mínima intención de comprar.
La cosa es todavía peor entre quienes piden más reuniones y propuestas, y se atreven a dar feedback positivo, para luego desaparecer, en una especie de rutina perversa. Cualquiera que se dedique a gastar el tiempo ajeno de esta manera, no tiene ni la más mínima capacidad empática.