Cuando pides una cosa y en realidad quieres otra

En entornos desconocidos es bastante frecuente que suceda esto. Más o menos sabes lo que quieres, pero no encuentras ninguna forma de expresarlo. El éxito del envite aparece o no, en función de la capacidad telepática del interlocutor.

Me pongo de ejemplo, como cliente que va a la ferretería y balbuceo algunas palabras ininteligibles, en las que se intuye algo como ‘necesito algo que haga como si fuera para una cosa que… ¿sabe lo que digo?‘ Y el santo que está al otro lado del mostrador se pone a adivinar hasta que acierta.

Eso mismo, en entornos digitales y estando del otro lado es lo que con frecuencia uno se encuentra. Se pueden dar acercamientos, comunicaciones por mensajería, fijar una reunión, estar más de una hora reunidos explicando todos los detalles, todo bien.

Pero pasado el tiempo descubres que lo que necesitaban era otra cuestión, que no tiene nada que ver, que de hecho está en las antípodas de lo que decían y que todo ha sido una pérdida de tiempo, en doble dirección.

Esto es lo que ocurre cuando uno no es telépata como mi ferretero. Que acabas perdiendo el tiempo de forma infructuosa.

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