Todo un clásico en el mundo digital es el de pedir asesoramientos personalizados, a ser posible avanzados, sin verbalizarlo de esta manera. Más bien usando aproximaciones coloquiales y amistosas.
Cosas del tipo: quería saber tu opinión, tú como lo ves, a ver si hablamos, necesitamos que nos des ideas, quedamos para que nos cuentes cómo va esto, etc… Como clásicos son los ejemplos de abogados o médicos, donde se usan términos claros como cita o consulta.
A falta de un término más inequívoco, mejor acomodarnos con asesoramientos. Dejando claro tarifas, requisitos y duración. Con lo que se evitan malos entendidos y pérdidas de tiempo en algo tan evidente.
En todas las áreas es muy preciado, pero en el entorno digital, el tiempo de los profesionales tiene una valuación todavía más grande. Por lo que es tan importante cambiar el chip de propios y extraños para entender cómo gestionarlo.