Determinados proyectos despegan gracias fundamentalmente al componente lúdico que transmite para quienes lo están desarrollando. Cuando eso pasa en equipos con talento es una gozada.
Se pueden hacer cosas realmente chulas en muy poco tiempo gracias al caudal de creatividad asociado a ese trabajo/juego. Para que esto llegue a suceder, tienen que darse unas condiciones muy propicias, que son complicadas de orquestar. En cualquier caso, es una dinámica muy valiosa.
Lo anterior no se debe confundir con equipos en los que esto no ocurre, pero uno de los participantes cree que sí. Bueno, en realidad estamos hablando del típico inmaduro –esto pasa mucho con los tíos– para el que todo es un juego.
Al tipo lo único que le interesa es jugar con su juguete nuevo. Así que es muy activo en las fases iniciales, lanzando ideas realmente buenas como si fuera una metralleta. Asegurándose un protagonismo en la parte que más le gusta.
Asume, en nombre del equipo, tareas enormes para resultados molones, a sabiendas que a nivel personal no participará en las mismas. Después del primer impulso inicial, empieza a llegar tarde, o no llegar, a las reuniones en las que se debe decidir muchas de sus ideas.
Después de jugar un poco, abandona la pequeña parcela que se dejó a sí mismo. Y en cuanto ve el primer atisbo de lo que entiende como aburrido –lo que los demás llamamos trabajo- sale corriendo y se mete en otro proyecto.
Es fácil dejarse llevar por este tipo tan animado y creativo. Pero si tienes la capacidad de detectarlo pronto, lo mejor que se puede hacer es deshinchar el globo, dándole lo que quiere cuanto antes, así abandonará más pronto, haciendo menos daño.