Cada uno gestiona la situación cómo puede y mejor sabe. La semana pasada se convocó a través de las redes un aplauso al personal sanitario –ole por ellos– por su esfuerzo en estos momentos. Y se ha convertido en la cita social de todos los días.
Al aplauso de las siete, las ocho en la península, me incorporé el segundo día, al primero no me animé por cierto pudor estúpido. Y aunque estas cosas no me gustan, participo cada día con más efusividad.
En mi zona ya conozco las ventanas, balcones y azoteas que suelen salir a aplaudir, además de las caras de los más cercanos, vecinos que antes no conocía. Lo mejor son los críos, que gritan y animan un montón.
Los dos últimos días se está sumando más gente, de a poco pero más. Nos miramos, nos reconocemos, buscamos a los que están a diario y nos alegramos por los nuevos.
Todos sabemos que la cosa va a seguir poniéndose fea, y que todavía no hemos llegado al pico. Pero sinceramente, si mañana no saliera gente a aplaudir me quedaría super descolocado.
Si eres como yo, de los que a priori piensan que es una tontería, te invito a que participes, aunque sea de manera formal. Piensa que solo con salir, lo mismo estás haciendo sentir acompañados a otros y puede que uno de los días te anime a ti mismo, como me acaba de pasar a mi.