El componente emocional en los proyectos

Los proyectos, empresas o trabajos que uno despliega, siempre cuentan con un componente emocional, que en mayor o menor medida, se convierte en el combustible que la actividad necesita para funcionar o incluso saltar por los aires.

Se puede funcionar de forma mecánica, sin necesidad de este sustento emocional, a través de la inercia o la costumbre. Pero esto complica mucho la consecución de metas, la orientación de objetivos y la detección de fallos.

Lo normal es que contemos con la energía emocional suficiente, para que a través de distintas variantes de la misma, nos ayude a gestionar con soltura las exigencias del entorno en el que estamos. Si la actividad trata de un tema que gusta pues mejor aún.

Esto actúa como catalizador, fortaleciendo mucho el crecimiento y la constancia. Pero ¿qué pasa cuándo la dosis emocional con la que contamos está por encima de lo necesario? Pues lo lógico, cuando se pierde el equilibrio aparecen las disfunciones.

Un exceso de entusiasmo nos puede llevar a jornadas enormes que provoquen un cansancio del que no hay forma de recuperarse bien. Un subidón de ilusión puede provocar un bajón a la primera eventualidad. Un optimismo desmesurado nos hace asumir riesgos enormes.

Cuando lo único que hay es emoción, todo se convierte en drama. Así que lo importante es, en la medida de lo posible, saber administrar las emociones como de un sustancia dopante se tratara.

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