Antes que pensar en plataformas, posibilidades de segmentación, embudos de conversión y el resto de técnicas marketinianas, está el entendimiento de producto y la necesidad que cubre para los clientes. Si el conocimiento es profundo mejor.
Por supuesto todo es importante, pero en determinadas situaciones se incorpora una falsa inercia, por la que el servicio o producto que se quiere promocionar es lo de menos. Como si se tuviera una máquina de hacer churros y no se entiende de masa.
En ocasiones se puede calcar una estrategia antigua en un proyecto nuevo. Una vez que se encuentra un camino, la tentación de repetirlo en plan sota, caballo y rey, es grande. Pero claro, lo que funciona para un producto no tiene por qué hacerlo para otro.
Por eso hay que bucear, entender de qué se trata y cómo puede resultar atractivo para los usuarios, convertirlos en clientes y crear una relación duradera con ellos. Solo así se puede afinar y muchas veces es cuestión de puros detalles. Algo que se pasa totalmente inadvertido si no se profundiza.