Pasa con las redes sociales y también con las aplicaciones de mensajerías. A veces se hacen necesarios pequeños espacios de silencio, sin participación activa ni pasiva. Pero esto que puede responder a múltiples explicaciones, se convierte en todo un reto.
Porque la rueda gira de una manera tal, que no está contemplado en el diseño de las plataformas ni en la inercia del resto de usuarios que se produzca ningún tipo de silencio. Lo que casi siempre acaba desembocando en problemas.
Lo de las plataformas, de alguna manera, tiene su razón de ser. Pero la reacción más negativa se encuentra del lado de los usuarios, que parece que no consiguen de salir de la interpretación única, normalmente agresiva.
Cuando se llama por teléfono y no hay respuesta, se normaliza la frase ‘te llamé, pero no me cogiste el teléfono‘, que es bastante heavy, porque elimina el resto de probables explicaciones, denotando la frustración tan grande porque se rompa la inercia de conectividad.
Pasa lo mismo a través de los servicios de mensajería o en las interacciones en redes sociales. Interpretándose todo mal y en negativo. Todo esto obliga a hacer una gestión de los silencios digitales, que a veces se hace complicada.
Sobre todo por la información que se transmite en los estados, que no hacen más que retroalimentar las explicaciones inventadas, sin pararse a pensar que tiene que haber alguna que otra explicación que ignoran.