El discreto papel de los facilitadores

Hay personas que en procesos de colaboración internos o externos, asumen el rol de facilitadores, consiguiendo que las cosas funcionen de forma silenciosa. Normalmente su desempeño es otro, pero además son capaces de desplegar esta función.

Un buen facilitador es invisible, se encuentra en las antípodas de los egos alfa, detecta necesidades y soluciones directas e indirectas. Siempre con el objetivo en mente, buscando lo mejor para su consecución.

No suele salir en los créditos, ni es percibido como líder ni motor de la acción. Pero sin su participación el proyecto hubiera fracasado varias veces en su camino, dejando un reguero de enemistadas enquistadas.

Hace magia, lo imposible, lo que ninguna otra persona es capaz. A veces se comete el fallo de prescindir de sus servicios porque no se entiende de su importancia. Normalmente los participantes -conocedores de ella- suelen responder de forma clara y se restituye su rol. Y en los casos en los que no, se produce un agujero negro que lleva al fracaso todo lo siguiente, sin que se acabe de entender qué es lo que está pasando.

Cuando las cosas funcionan y tienen éxito, lo más probables es que en el equipo se cuente con este tipo de persona, identificarla y mantenerla es clave para que todo siga yendo bien.

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