Antes de que las redes sociales pusieran a todo el mundo en primer plano, resultaba bastante confortable utilizarlas como modo de compañía digital. Con no amigos ni conocidos, sino gente con la que tenías afinidades en esto o lo otro.
Al margen del nivel de toxicidad que tiene actualmente Twitter, si se es capaz de ignorar las corrientes de polarización y la presencialidad de determinados participantes, todavía se pueden encontrar reductos de este tipo.
También ayuda el descenso de usuarios. Quién iba a decir que una red de residentes, que no crece pero tampoco baja, se mantendría como único refugio en el que poder tener dinámicas interesantes como las de antes.