Que lo de los influencers en un globo es bastante claro, que tarde o temprano se acabará pinchando es innegable. Que como fenómeno llama la atención aún sin entender su retorno frente a otro tipo de estrategias, es una triste realidad.
Pero más allá de este tema, del que mucho se ha hablado, sí existe un grupo de ellos, un pequeño porcentaje que generan esa influencia determinante en contextos orgánicos. Llegando a ser rentable, aunque difícilmente parametrizable.
Dicho de otra forma, hay influencers, pocos pero los hay y su impacto es muy complicado de evaluar. Lo que acaba generando un entorno idóneo para este circo de vende humos en el que la mayoría son totalmente ineficientes.
Pero lo interesante de este fenómeno en realidad está del lado de las personas influenciables. Algo que no es nuevo. Los fans de toda la vida eran capaces de hacerse con todo el merchandising que les colaran sus ídolos. Eran y siguen siendo.
Pero ahora hay un matiz diferente. Este tipo de perfil que es capaz de influenciarse de forma tan clara, ha perdido el pie de los referentes mainstream tradicionales. Siendo muy probable que no sigan los medios de masas convencionales.
Estando en segmentos muy concretos, que aún así pueden ser masivos por el efecto de la repercusión global digital. Así que los medios principales de referencia y seguimiento de tendencias están en una situación alternativa aunque potencialmente numerosa.
Algo que se circunscribe a un nuevo paradigma en el que la cultura alrededor de las regiones o países pierde protagonismo, tratánsdose más de un agrupamiento identitario perfilado en función de los intereses generacionales y particulares de cada uno.
Combinando esa doble naturaleza: alternativo y mayoritario. Un efecto cultural del que ya empezamos a ver las consecuencias. Con desconexiones culturales entre miembros de una misma sociedad, por arte y gracia de la digital.