Hay quien aspira a tener una vida lo más simple posible. No tanto por la búsqueda de la simplicidad en sí mismo, sino más bien intentando deslizarse por una realidad con ausencia de problemas.
Su reacción ante los mismos suele ser un idéntica: histeria, reduccionismo argumental, búsqueda de culpables, rechazo de explicaciones, simplificación infantil y entendimiento binario de la realidad.
Se suele recurrir a frases manidas como ‘A mi me da igual cuál es el origen del problema, lo que quiero es que se solucione y ya está‘. En una suerte de deseo cristiano basado en el ‘hágase‘.
Pero claro, la realidad no es binaria, ni sencilla y no para de complicarse. Lo cual produce un choque enorme a estas personas, que solo pueden sobrevivir y relacionarse gracias al esfuerzo de muchos otros, que queriéndolo o no, se encuentran a su alrededor.