Los contenidos digitales se crean y se visualizan en el pasado. Y ese pasado puede ser más cercano o lejano, pero siempre en el pasado. La tendencia natural da a entender que se trata más de emisiones en directo, como si de la televisión se tratara.
Es algo normal. Pero en realidad la cosa, como no puede ser de otro modo, es diferente. Tanto los contenidos que se publican por los creadores, como los que se consumen por los usuarios están en planos temporales que no coinciden con los directos.
Salvo, claro está, cuando se hacen algunos tipos de directo. En otras modalidades de directos también se acude a lo preparado y enlatado, por lo que hay una falta de inmediatez lógica en ello.
En lo que se refiere a la creación de contenidos, el lapso que pasa desde que se deciden, moldean, crean y programan, hasta que se publican puede ser de un tiempo que va de una semana a un mes.
Lo lógico, salvo eventualidades que se justifiquen, es crear esos contenidos con anticipación y sobre todo saberlos programar en el momento adecuado en función de una serie de cuestiones.
Eso sí, siempre hay quien pretende programar, para luego reprogramar y acabar buscando inmediatez en digital. Cuando esto es algo que rompe muchas dinámicas y también con las narices.
Independientemente del tiempo que pasa en esta fase, el usuario normalmente consume este contenido más tarde en el tiempo. No en directo, como otros tantos creadores dan por hecho. Y ese tiempo en el que se consume el contenido, sumado a su lapso anterior de creación puede acabar desvirtuando totalmente el mensa.