En parte es una herencia de determinadas dinámicas educativas, en las que la falta de respuesta suponía una llamada de atención negativa, y que con el paso del tiempo no se ha madurado.
Pero para ciertas personas se les hace imposible responder ‘no sé’. Es como si se formara un muro mental que les impide reconocer que no se sabe alguna cuestión, por nimia que sea, cuando se le pregunta directamente.
Esa falta de madurez en la edad adulta, que no tendría que ir más allá, acaba metiendo a sus protagonistas e interlocutores en problemas gordos, a poco que no se detecten.
Para esto es importante que el preguntador entienda lo que está pasando, sobre todo fijándose en la comunicación no verbal. Y de producirse dudas, acudir al recurso de la repetición y la confirmación, aunque a veces ni aún así es posible.
Hay muchos ejemplos de esto en el día a día, en los negocios, en las formaciones, pero llega hasta el punto de preguntar a extraños en la calle por localizaciones: la mayoría de la gente que no sabe, acaba respondiendo lo que le parece, aunque no tenga ni idea.
Es obvio que todas las personas, sin excepción alguna, ignoramos más de lo que conocemos. Así que lo más lógico sería que la mayoría de las respuestas fueran o empezaran por ‘sobre esto no sé nada’.