Se ha puesto muy de moda mostrarse orgulloso de bloquear a usuarios en las redes sociales, especialmente en Twitter. Ya no solo se bloquea, sino que se alardea de ello, en una especie de logro vital buscando y encontrando el aplauso.
Especificando además los motivos del bloqueo, que en sus diferentes variantes se sustancia en una cuestión fundamental: si dices algo con lo que no estoy de acuerdo, te bloqueo. Y luego me muestro duro y castigador explicándolo.
Lo de bloquear se hace desde hace ya rato, pero que esta actitud sea aceptada y aplaudida si que llama la atención. Algo que si se practicara en el mundo real sería muy chocante y agresivo, se acaba normalizando en digital.
Al margen de esto último, es importante tener en cuenta que es imposible tener la razón siempre, y que nuestras opiniones normalmente no coinciden al 100% con los demás. Todos tenemos nuestras singularidades, experiencias y percepción.
Si bloqueas a cualquiera con el que no estés de acuerdo, además de poder acabar solo, te estás auto limitando en un círculo de opinión coincidente, aumentando tu intolerancia a los demás y creyéndote en una verdad absoluta refrendada por tu entorno.
Es justo lo que hacen las redes sociales de forma orgánica. Facilitar esta dinámica perniciosa de forma proactiva es un disparate. En esta vida es importante escuchar a los demás, incluyendo los que tienen una visión contraria a la propia.
Ser empático te ayuda a entender y acercarte a sus razones. Por mucho que no las compartas, al entenderlas puedes buscar puntos de encuentro, huyendo de los posicionamientos de trincheras que fomentan las redes y también los orgullosos bloqueadores.