Desde hace años es posible gestionar multitud de procesos, de todas las índoles, de forma digital. Este paso no se daba a pesar de tener la tecnología, el conocimiento y la capacidad de hacerlo.
La perspectiva de afrontar ese cambio podía entenderse como brusca, por lo que se seguía avanzando en digital, como una realidad alternativa y paralela, que existe pero se usa muy poco.
El miedo al momento del cambio brusco no tiene ningún fundamento. Se aplique cuando se aplique el cambio acabará resultando brusco. Así que intentar introducirlo de a poco, difícilmente llegará a convertirse en mayoritario.
Estos procesos obsoletos, en los que hay que desplazarse físicamente a un sitio, hacer cola, esperar a procesos intermedios desconocidos y volver a empezar, tienen una naturaleza arcaica e ilógica en la sociedad, pero hasta el covid se mantenían con la fuerza de la inercia.
Esta burocracia no es exclusiva del sector público, en el privado permanecían una cantidad de procesos presenciales e inútiles enormes. Ahora, con la nueva realidad, el paso se ha dado.
Curiosamente, este paso, que ya era muy pequeño, ha venido a demostrar que no ha habido conflicto generado por el cambio de dinámica. No solo ha resultado sencillo y eficiente, sino que de no existir esta alternativa estaríamos sumidos en las contradicciones que hubiera generado.