Cuando se tiene un conflicto con otra persona el peligro no está en tu interlocutor, quien tenga razón deja de ser importante y se activan ciertos mecanismos de reacción del entorno en función de relaciones de poder. El peligro está en los cobardes.
El entorno, normalmente es cobarde y se agrupa alrededor de a quien le atribuyen más poder o importancia, ya sea real o atribuida. En el mejor de los casos, ese entorno se muestra equidistante. Aparentemente no se posiciona.
Pero establecer un punto medio entre dos posturas, cuando una es extrema y la otra no, desvirtúa el ideal teórico que persigue la equidistancia, el de la igualdad. Cuando pasa esto, ese punto se convierte en un refugio donde esconderse.
El entorno, en un ámbito amplio como una sociedad es el que realmente consigue modificar las conductas perniciosas. La respuesta individual que acaba generando el enfrentamiento no.
Mientras la mayoría no sea capaz de afear y condenar ciertos comportamientos de forma clara y rotunda, hasta generar un rechazo social, los abusos se seguirán produciendo.
Hasta entonces, todo se simplificará cobardemente a un conflicto de partes iguales. Cuando la sociedad progresa es cuando el resto participa sin cobardía ni equidistancia de asuntos, que moralmente son claros e inequívocos.
El peligro de los cobardes es que validan con su inacción a los extremistas. Los cuales acaban pensando que se encuentran respaldados. El movimiento en contra del racismo que ha surgido en estos días trata de eso, le pide a la sociedad que no se quede mirando, que participe en contra del racismo.