El peligro de los conversaciones en entornos digitales grupales

Las complicaciones en la comunicación de mensajes grupales vienen de lejos. Si bien con los correos electrónicos, enviados a grupos de personas, la cosa se dificulta bastante, en los grupos de whatsapp se llega a cotas increíbles.

Al final siempre es lo mismo. La comunicación en un entorno asíncrono en el que habitualmente el tono de los mensajes se asocia por el receptor y no por el emisor, crea las condiciones idóneas para la tormenta perfecta.

Como resultado de ello, el objetivo principal, el de facilitar la comunicación, queda totalmente desvirtuado. Generándose más ruido que comunicación y enemistando silenciosamente a parte de los intervinientes.

No digo que las conversaciones grupales en la vida real no tengan también sus defectos, que los tienen. Pero en principio se evitan algunas dificultades que en otros medios resultan insalvables.

Hay varios roles en estas dinámicas que son especialmente favorecedores del caos. Cuando alguno de ellos se activan tienen un comportamiento similar al de un elefante en una cristalería. Arrasan con todo y tras de sí, dejan un reguero de destrucción. Son claramente identificables.

Luego están los francotiradores, que no intervienen en ningún momento crítico de la conversación, esperan pacientemente el momento de mayor entendimiento para, de forma precisa, introducir un elemento que reavive la llama del conflicto. Lo importante para ellos es soltar su perla, independientemente del sentido de lo que dicen.

Y cómo no, un clásico de los mensajes grupales, el histérico. El que pierde los papeles en todo momento y que obliga a un esfuerzo enorme a los demás, para hacerle entender o calmarle ante alguna paranoia. Curiosamente siempre que se le convence se reserva el derecho de volver a disparatarse, con superioridad moral redoblada.

Los hay que, aun teniendo una opinión clara, no entran en polémicas. Normalmente se comunican de forma privada con algún interviniente para que sea él quien exprese su opinión de forma delegada. Y luego, dependiendo del resultado, acabará apoyándole o no.

Cuando se produce un problema de comunicación en sistemas de mensajes grupales, prácticamente no hay escapatoria, todo el mundo sale en cierta medida perjudicado. Si eso lo unimos a que las posibilidades de que se generen conflictos son muy grandes y que la comunicación sea fluida reducidas, podemos acabar concluyendo que no son una buena solución.

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