Cada vez me encuentro con más personas con el perfil de quejica pasivo. Con una gran capacidad de crítica frente a cualquier cuestión, pero sin plan para resolver aquello de lo que se quejan con tanto acierto.
Se produce un efecto psicológico extraño y contradictorio, como si al señalar con el dedo los problemas y sus responsables, se eximieran de todo tipo de responsabilidad. Incluso cuando podría partir de ellos mismos.
Ahora con la pandemia se está viendo mucho de esto. Tenemos un problema que nos afecta a todos, de forma interdependiente. A los gobiernos, instituciones, organizaciones, sociedad e individuos.
La solución y responsabilidad debe ser compartida. Pero parece que la respuesta universal es quejarse de quién lo está haciendo mal y olvidarnos del resto. Al señalar a otro nos aseguramos que la cosa no va con nosotros.
Y claro que hay casos de los que quejarse, pero la cosa no se debería quedar ahí. Tenemos que funcionar de forma colectiva empezando por uno mismo. Quizás toque madurar a nivel social. A ver si progresamos en esto.