La productividad es una área a la que es importante prestar atención. Si se aplican una serie de técnicas se puede mejorar el rendimiento de forma notable, consiguiendo desplegar una cantidad de trabajo enorme de forma muy eficiente.
De hecho, es prácticamente la única área en la que es recomendable innovar de forma constante. Siempre buscando elementos que hagan mejorar. Hasta ahí todo correcto.
El problema aparece cuando te conviertes en un obseso. Porque cuando ya no puedes mejorar en tu propio ámbito, es fácil caer en la tentación y acabar mejorando tu productividad a costa de la de otros.
Sin darte cuenta que al conseguirlo estás denigrando otras áreas que también son importantes. La comunicación, el trabajo en equipo, la planificación y, en ocasiones, hasta la misma productividad.
Es fácil detectar a este tipo de personas, ya que cuando cruzan esta línea, en la que sólo consiguen mejorar molestando, retrasando y empeorando a los demás, se autocomplace por lo ‘lista’ que es y frecuentemente se jactan de las reglas que establecen justo con quien las está sufriendo.
Evidentemente ignoran la imagen que proyectan para el resto de personas y se sorprenden por la cantidad de problemas y desencuentros que hay en su camino, así como de las oportunidades que pierden, sin entender muy bien por qué.