En el día a día del trabajo, sobre todo cuando se está en las trincheras, es buena idea ir dando paladas según llegan las tareas. Intentando que no se acumulen, realizando una actividad que va despejando todo lo que llega cual portero de fútbol.
Es lo más recomendable en la mayoría de las ocasiones. Pero en determinadas situaciones una intervención temprana en la resolución de un problema, no hace más que entorpecerlo y dinamitar su posible resolución, llevando el asunto a un fango del que es complicado escapar.
En estas ocasiones concretas, hay que dejar respirar el problema, como si se tratase de un vino. Esperar a que madure, que tome el tiempo necesario para que avance. Si se acierta con la táctica es posible que se resuelva solo o con una intervención mucho menor.
Pero esto es complejo. Ya que no siempre es fácil identificar de qué tipo es la tarea. Además de que siempre se corre el riesgo, si se tiene éxito, de pensar que todo se resolverá solo, y ese sí que es un problema gordo, sobre todo para le entorno.