Desde que me entro la vena por escribir en el blog de nuevo, sigo una rutina con la que logro escribir frecuentemente. Una vez que aparece la idea el post se escribe casi solo. Pero claro, a veces la idea no aparece.
Cuando esto ocurre normalmente me quedo esperando y procrastinando, a partes iguales, durante un tiempo hasta que surge. Miro Twitter, sitios de referencia, entradas anteriores, abro la página en blanco, sigo esperando y vuelvo a mirar Twitter.
El truco es no levantarse. Esperar la ola buena, como imagino que hacen los surfistas, hasta que llega para dejarme llevar.
Algunas de las ideas son cruzadas, esto es, que leo sobre un tema que acaba moviendo algo que no tiene relación con lo idea que acabo desarrollando. En la última frontera, cuando nada aparece, me decido por repasar mi día y algo que haya sucedido. Para acabar sacándole punta.
Y claro, esto último también tiene sus límites, en ocasiones ni aún así hay por dónde. Las pocas veces que me he quedado en blanco total, superando todas las fases y trucos, he tenido la inmensa suerte de recibir una llamada jugosa y perfecta que me saca del apuro.
Para el resto de ocasiones, en las que no hay ni suerte ni inspiración, acabo escribiendo una entrada autorreferencial como ésta, que también tienen su gracia.