Una de los efectos secundarios del confinamiento es la hiperconectividad mal entendida. Asumiendo que estar conectado implica disponibilidad total. Y claro, no es así. Por lo que se está generando una dinámica de saturación enorme.
Si ya era una cuestión que se estaba dando antes, ahora la cosa se ha disparado. Y lo ha hecho en doble dirección, desde fuera hacia uno y desde uno hacia los demás. Debemos recobrar los límites de los horarios.
Porque corremos el riesgo de que al volver a cierto tipo de normalidad se hayan borrado totalmente.