De hecho, en casi cualquier ámbito de la vida, las verdades absolutas, fuera de las ciencias puras, son complicadas de sostener con una posición de fuerza. Todo resulta cambiante y complejo, así que las razones simples y contundentes suelen ser sinónimo de estupidez.
Esto todavía se acentúa más en el ámbito digital. Y pasa básicamente porque esas dos características actúan como catalizadores, moviéndose a una velocidad vertiginosa, no percibida por los usuarios pero sí por los participantes en sus distintas facetas.
El entorno digital es tremendamente cambiante y el grado de complejidad enorme. Lo que sirve hoy, mañana no y bla, bla, bla… De hecho es más importante contar con una base de entendimiento clara y una actitud de observación y equidistancia, que sentar cátedra y hablar de verdades absolutas.