Instagram fue lanzada el 6 de octubre de 2010, como una suerte de frikada de fotografías con filtros que funcionaba también como red social. En aquella época había bastante hype con la vuelta a la fotografía analógica y esta app conseguía que las fotografías digitales parecieran vintage con algunos filtros retro muy molones.
Se hizo muy popular entre los que usaban móviles con iOS. El hecho de que tardaran casi dos años en salir en Android, unido a que su versión web casi no permitía hacer nada, no hizo más que aumentar el hype entre el resto de usuarios que querían utilizarla.
Creo que la estuve usando casi desde el principio. Recuerdo las quedadas que se hacían entre instagramers y pude ver cómo cogió mucha fuerza entre los más vendehumos del panorama del marketing digital.
Realmente se daban las condiciones perfectas: solo con fotografías y con muy poco texto se podía llevar un canal. Cuando en 2012 salió en Android el número de usuarios que habían estado esperando entró de forma masiva a utilizar la red –un millón de usuarios en 24 horas– y se produjo el primer cambio importante. Con la entrada de más usuarios el tipo de fotografías que se veían pasó a ser totalmente diverso.
Un poco después, en el mismo 2012, fue adquirida por Facebook. Todavía recuerdo con ternura como mucha gente opinaba que la mantendrían sin publicidad y que no cambiarían la forma de funcionar de la plataforma.
Ya para 2014 la red había mutado radicalmente. El contenido principal de las fotografías que se publicaban eran selfies. Convirtiéndose en la red principal para muchísimos usuarios en ciertos tramos de edad.
En 2016, después de fracasar en la adquisición de Snapchat, le dieron un golpe de efecto añadiendo la posibilidad de subir Stories directamente desde la app. Una de las características más utilizas actualmente.
Ahora están intentando pinchar el globo de los influencers, mientras buscan formas de abrir nuevas vías para la monetización de una red que tiene un serio problema de tracción.
Si Instagram fuera una calle, sería una calle sin salida. Los usuarios así la entienden y no hay forma de que traccionen fuera de la misma, lo que acabará comprometiendo su modelo publicitario, a menos que lo solucionen.
Lo que está claro es que Instagram es estable en el crecimiento de su uso, pero a la vez muy volátil en los cambios que ha experimentado a lo largo de los años.