No es algo nuevo, siempre lo ha sido, pero el matiz de ahora es diferente, porque se trata de la principal red social. Y al margen de la experiencia de los usuarios, el problema no es solo que no intermedia ni genera tráfico web para las marcas y empresas, sino que cada vez va a peor.
Por supuesto hay excepciones, pero tanto su naturaleza como la dinámica de los usuarios, que básicamente rechazan salir de la misma una vez que entran, hace que no se pueda traccionar hacia otro sitio.
Desde el punto de vista de la intermediación digital, cualquier cosa se le puede perdonar a una red social. Pero de todos los defectos deliberados que tiene Instagram, lo que no puede ser es que hayan creado un ecosistema ratonero que solo sirve a los usuarios.
Todo bien, pero de alguna manera habrá que pagar el servicio. Y cuando ni siquiera con publicidad se consigue arrancar a los usuarios fuera de la app, es cuando sabes que la cosa no sirve.
Algo que se nota más todavía cuando el otro gran intermediario social cae estrepitosamente en uso. Y cada vez se hace más evidente que están cediendo parte de la tarta publicitaria a competidores que si convierten, como Google.