Conocer el camino que hay que recorrer para un equipo de trabajo casi no significa nada. La forma de recorrerlo es lo que lo hace terminante. Saber cómo se hace y cuáles son los pasos no garantiza nada. Estar decidido a hacerlo sí.
Pero por alguna razón esto se obvia más de lo que debería. Se habla mucho de los líderes, pero la comprensión del entorno y la determinación de todos sus integrantes es lo que hace que las cosas funcionen bien, a veces incluso a pesar del líder.
Por darle la vuelta, si solo una parte está comprometida y la otra no, no habrá mucho que hacer, el resultado siempre va a tener carencias cuando vaya todo bien, y se hundirá al primer problema serio.
La capacidad de resolver situaciones complicadas, imprevistos de los que se ignora la solución y reveses que obligan a replantearse todo, solo se puede afrontar desde equipos con actitud, que vayan como un avión y que tengan la determinación para sortearlos.
Cuando estás en un equipo así sabes que le vas a dar la vuelta a casi cualquier eventualidad. Evidentemente eso no te salva de que las cosas acaben mal. Eso está claro. Pero supone la diferencia entre grupos.