El efecto directo previsible del cambio de plataforma social dominadora, era el de la caída de tráfico web. Y como se esperaba ya está ocurriendo. Al ser Instagram la red número uno en España y muchos otros países, las visitas provenientes de redes sociales han caído.
Si algo tenía de positivo Facebook era que para los usuarios era normal salir de la red a visitar otros contenidos. Justo lo contrario de lo que pasa en la hermética Instagram, dónde el propio ecosistema de servicios adicionales no invita a salir.
Para colmo y como hemos comprobado, el hecho de que las publicaciones orgánicas no sean capaces de publicar enlaces clickables, o que el efecto swipe en stories -sólo habilitado para cuentas con más de 10k seguidores- tiene unos porcentajes bajísimos, el problema se extiende a su modelo publicitario.
Y es que aún pasando por caja como anunciantes, los usuarios no se animan a interaccionar. Porque la inercia propia de la red no invita a ello. Así que ¿de qué sirve participar en una red que es un callejón sin salida?
Esta pregunta sin solución nos deja un panorama del que se están beneficiando otras plataformas y sus modelos publicitarios. Ya que por mucho que los usuarios estén, comenten y participen en ella, no se va a ningún sitio. Dejando un hueco que ya se empieza a notar.