En determinadas situaciones, la callada es la mejor respuesta que se puede dar a una interacción digital. Pero esta solución debe estar muy medida. En la mayoría de las ocasiones las organizaciones deben dar una respuesta, incluso cuando no la hay.
Es verdad que muchas peticiones de información preguntan por lo ya escrito y explicado. Esto se puede deber a la forma diagonal de leer los contenidos, pero también se da cuando el usuario quiere reafirmar esto o aquel aspecto. Un poco buscando confianza.
En este último caso, la falta de ese tipo de confirmación redundante nunca acaba generando certidumbre, por clara que sea la explicación inicial. Sin seguridad es complicado que se produzcan las conversiones.
Sin hablar del efecto de desamparo que genera en lectores posteriores. Sobre todo cuando la callada se hace evidente. Por poner un ejemplo, dando respuesta a interacciones anteriores o posteriores.
Por lo que siempre es importante generar la tan deseada confianza, también en las respuestas digitales.