La cara exterior del circunloquio

En ocasiones es necesario tirar del circunloquio, no tanto para dar contexto, como para dar tiempo al interlocutor de que asuma según qué cuestiones, si se sospecha que de forma inicial rechazará.

Pero al margen de necesidades como ésta o similares, normalmente se utiliza como una de técnica de camuflaje. Desde la óptica del rodeante esto se hace para suavizar un mensaje duro y que resulte elegante.

Del el otro lado está quien escucha pacientemente las aventuras dialécticas de quien da vueltas creyéndose a salvo. El cual, en la mayoría de las ocasiones detecta el rodeo y, como mínimo, se pone en guardia al darse cuenta de que le están dando cera.

Este, en la gran mayoría de los casos sabrá por donde está transitando el mensaje real simplemente fijándose en la cara exterior del circunloquio. Esos pequeños detalles que contradicen la frase inmediatamente anterior lo dicen todo.

Así que a nada que se sea un poco espabilado podrá conocer de forma clara e inequívoca, lo que está tratando de decir el que se parapeta en una apariencia calmada y amable, como si esa convención social restara un ápice de peso al mensaje en sí.

Llegados a este caso, lo que peor lleva un amante de las rotondas es una comunicación clara y directa. Algo que le desconcierta y provoca que acabe retrocediendo, jurando y perjurando que no es verdad lo que te está enmascarando.

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