En esta época, en la que se busca de forma activa refugios cómodos de autocomplacencia social digital, es cuando se hace más necesaria la crítica fundamentada en datos y distintas perspectivas.
El aprendizaje basado en el conocimiento y la experiencia puede ayudar a distinguir lo que está en el terreno de la lógica y lo que se mueve sobre la superficie deslizante de los sentimientos.
Hay que aceptar la crítica, la propia y sobre todo la externa. Los argumentos contrarios razonados y lógicos solo se pueden plantear si se escucha a los otros. Si, en busca de esa comodidad, dejamos de escuchar a los demás, mal vamos.
El orgullo bloqueador contra la escucha, no es otra cosa que la medalla pública del mérito a la estupidez. Si no podemos hablar, las opciones civilizadas casi desaparecen.