Socialmente una respuesta negativa sintetizada en un ‘no’ genera mucha tensión, por sus contundencia. De hecho no es algo muy diplomático. En algunas culturas incluso es un verdadero tabú y casi no se dice.
Pero mucho más allá de esa contundencia están los silencios como respuesta. Que son igual de contundentes y además cruzan una línea de incorrección mucho mayor. Aunque curiosamente no se percibe de forma tan agresiva, a pesar de serlo.
Y eso se da por que el aporte a la confusión que transmiten. Cuando un interlocutor insiste en un tema indebidamente y recibe un silencio como respuesta, se confunde. Puede optar por dejarlo estar, pero si insiste con igual resultado, entra en un terreno pantanoso.
Sobre todo porque la duda que aparece es la de que no se le quiere responder por algo que ignora, justamente lo que suele ocurrir. Llegados a este punto un tercer intento, si se replica con una explicación clara, intensa y corta, acaba confirmando todos sus temores.
Y está bien, porque se envía un mensaje mucho más completo que si se hubiera respondido inicialmente.