El uso del móvil como complemento a otras actividades operativas, durante el desempeño diario, proviene de un razonamiento lógico aunque pernicioso. El cual parte de la base de que si los usuarios tienen casi siempre el móvil consigo, se puede complementar su uso para determinadas acciones.
Acciones que se llevan a cabo en otros ámbitos, tanto off como online, como validación de servicios, comprobaciones de seguridad, acceso físico a zonas, habilitación de comunicaciones, etc… Todo bien, salvo por un pequeño detalle.
Si por lo que sea, dejas de tener acceso al terminal móvil, la operativa habitual que realizas se ve altamente comprometida. Impidiendo seguir funcionando en determinadas áreas.
La más grande está relacionada con las comunicaciones por mensajería. Como Whatsapp tiene un uso mayoritario, se cortan las comunicaciones a través de este medio, cuando pasa esto descubres que hay personas -bastantes- con las que no tienes otra forma de comunicarte. Dejando fuera la opción de las llamadas telefónicas, porque el número lo tienes también en la agenda del mismo terminal.
Otro problema derivado es que no se pueden realizar determinadas acciones que requieren de un acceso, validación o comprobación en el terminal móvil.
Todas las bancarias, las de acceso a servicios que requieren de verificación en dos pasos como el correo electrónico o alojamiento en la nube, o las necesarias para hacer checking en el transporte de turno o incluso en hoteles, por poner unos pocos ejemplos.
Cuando se habla de dependencia al móvil, casi siempre se hace del lado social. Pero no entro en esta faceta, solo en los elementos mínimos operativos para poder seguir trabajando.
Así pues, la premisa de que los usuarios tienen casi siempre el móvil consigo, al usarlo como este tipo de complemento, pierde el casi de forma obligatoria.