Cuando más viejo menos cosas materiales se me antojan. Lo importante normalmente lo relaciono con las personas. Pero no siempre he sido así. Recuerdo que Eduard Punset decía la felicidad está en la sala de espera de la felicidad, o una expresión similar.
Y en lo relacionado con el consumo, reconozco que antes disfrutaba más con la sensación de deseo de un producto de consumo, que cuando finalmente lo adquiría. Ahora ya ni eso.
El caso es que en fechas como las actuales, Black Friday, Ciber Monday o la campaña de Navidad y Reyes, el nivel de consumismo se dispara. Pero dentro del mismo, lo que realmente despega es el nivel de deseo por consumir.
Esto se cristaliza con los tópicos: escaparates, centros comerciales, colas en la carretera, compras, resguardos, plazos de devoluciones, etc…
Este espíritu consumista, también conocido como navideño, tiene toda esta escenificación en el mundo offline, con los encendidos de luces, los 3 millones de leds, los árboles de navidad, los turrones en noviembre y el Papá Noel. Y a pesar de lo forzado de esta puesta en escena, funciona muy bien y lo hace de forma medible.
Pero en entornos digitales, solo se produce cierta escenificación en el Black Friday, entendido como Black Week, por lo demás la puesta de gala es bastante discreta.
Está claro que en el mundo digital es más complicado, con lo que quizás habría que darle una vuelta a las acciones asociadas al marketing digital para generar ese estado navideño-consumista que genere conversiones en lugar de saturaciones, como tenemos actualmente con el Black Friday.