La disponibilidad mal entendida

En la sociedad actual la posibilidad de conectar entre personas a través de dispositivos es diversa. De hecho, cada persona tiene su forma de comunicación preferida y cada vez se hace saber más.

Y eso está bien, en otros casos hay personas que se comunican por tierra, mar y aire, haciendo complicado un seguimiento de los mensajes y conversaciones: ¿lo envió por correo-e o por whatsapp?

Hay gente que incluso llama por teléfono, algo que se ha convertido en una verdadera anomalía para según qué personas. Pero detrás de todas estas posibilidades de comunicación subyace la idea de disponibilidad. Llegando a plantear exigencias cuando no se cumple la misma.

Vamos a ver, cualquier comunicación entre personas que no se haga cara a cara es una versión empobrecida de la misma. Esto hay que dejarlo claro. Es cierto que mensajes de correo-e tienen la ventaja de poder mantener conversaciones asíncronas, pero los equívocos generados por el tono asignado por los lectores o los escritores son una realidad.

Los sistemas de mensajería, que siguen siendo versiones empobrecidas de las comunicaciones, reclaman la sincronía entre intervinientes en un ejercicio de contradicción que los desnaturaliza.

Y se acaban generando situaciones en las que si una persona envía varios mensajes de correo-e, salteados con docenas de mensajes por whatsapp y salpicados por varias llamadas a horas intempestivas, tiene el derecho de sentirse enojado porque no le has respondido. Algo muy chocante, quien debería estar molesto por el acoso y derribo es el receptor de tamaña turra.

Que existan tantas posibilidades de comunicación no implica una disponibilidad, que ahora mismo se está entiendo muy mal.

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