La estrategia basada sólo en el instinto

En el entorno digital resulta frecuente ver como se toman muchas decisiones corporativas a golpe de puro instinto. Algo que puede resultar llamativo, sobre todo por la diversidad de elementos tangibles de medición disponibles para validar cualquier tesis.

Es evidente que esto transciende al entorno digital y se da en todo tipo de áreas. Pero al igual que ocurre en otras, está más que demostrado que si se hace un planteamiento estratégico y luego se mide, se puede obtener información de mucho valor.

Con ella se sabrá si ha funcionado o no, y lo que es más importante, se obtendrán datos que nos guíen en la dirección correcta, permitiendo reorientar y afinar, con lo que el proceso inicial, de resultar fallido, acaba siendo enriquecedor. Siempre y cuando se persista, claro.

Pero esto resulta complicado de llevar a cabo. De hecho, lo más socorrido es empezar con una estrategia, y cuando apenas se han recorrido tres pasos se introducen modificaciones drásticas. Entrando en una dinámica de volantazos hacia un lado y su contrario, provocando el descarrile del proyecto.

El origen de esos giros bruscos e injustificados son los movimientos instintivos de quien nunca entendió de estrategia. Se han visto casos destacados, en los que incluso con un rendimiento positivo inesperado para el momento de maduración, algo notable, se acaban empobreciendo por un pálpito sin justificación ninguna.

Claro, al fracasar en este tipo de escenarios, el perjuicio va más allá, porque no solo no funciona sino que no se cuenta con ninguna forma de identificar por qué ha sido. Llevándonos de nuevo a la casilla de salida, pero con una mala experiencia.

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