Se crea cierta sinergia por la que se correlaciona el nivel de exigencia con la ignorancia, en proporción 1 a 1. A mayor ignorancia más exigencia. Cuando no hay conocimientos sobre un área o te apoyas en datos o depositas tu confianza en alguien.
Pero claro, eso sería lo lógico. Lo interesante de este atolladero es que si acabas en él lo más probable es que no atenderás ni a una cosa ni a la otra. Así que, llegados a este punto, lo que suele suceder es que el exigente ignorante se deje llevar por su -redoble de tambor– intuición.
Que es algo tan loco como tomar decisiones en cruces de caminos, jugando a pares o nones. Cuantos más cruces menos posibilidades de que suene la flauta. Que es precisamente a lo que juega la intuición.