Hay entornos que exigen una formación continuada, independientemente de la formación académica que hayas recibido, te puedes encontrar con áreas completas en las que la frecuencia en los cambios es tan alta que y radical que hace imposible continuar sin actualización.
Esos dos elementos, el de la alta frecuencia en las novedades y sobre todo, el cambio radical, pueden convertir en desconocida una materia completa que no se toca durante un periodo corto de 4 o 5 años.
A esto hay que sumar los conocimientos específicos adquiridos en forma de herramientas que persiguen un fin concreto. Conocimientos de usar y tirar, que ni siquiera merecen ser interiorizados, ya que la propia dinámica los convertirá en obsoletos en breve. Se incorporan en un momento para un uso determinado. Teniendo en cuenta que si un año después se van a retomar habrá que hacer de nuevo el aprendizaje de esa habilidad.
Esto nos lleva a funcionar un poco al estilo del aprendizaje que se exhibía en la película Matrix, a la hora, por ejemplo de aprender a jiu jitsu. Conocimientos que se descargan, se usan y se desechan.
Y es en este entorno cambiante e inestable, en el que la formación tradicional más hace aguas. Personas formadas para memorizar y no para gestionar se encuentran con cada vez más problemas. Donde la literalidad de los procedimientos tenía una importancia que ahora se hace irrelevante. Donde la actitud y el pensamiento creativo se penalizaba y ahora es la única forma de buscarse la vida.
Si entendemos cómo nos formamos en su momento y las carencias que acarreaba, seremos capaces de entender cómo podemos aprender por nuestra cuenta, utilizando las herramientas actuales, bases de información digitales, algunas habilidades sociales y capacidad de experimentación. Haciéndonos en definitiva responsables de nuestra formación.