En lo que tiene que ver con las potencialidades, la publicidad digital la da veinte vueltas a la convencional. Se puede hacer de todo, mejor, con más precisión y efectividad. Algo que todavía cobra más pujanza en la realidad digital en la que nos encontramos.
Eso no significa que la convencional no funcione. Solo que el reparto de la inversión publicitaria ahora tiene más cestas donde situarse. Evidentemente, para determinadas cuestiones y perfiles es más efectiva la convencional.
Aunque no se trata tanto de una o la otra, como de entender dónde estar en cada caso. Y si lo que pide la campaña es una transversalidad que cubra de lo convencional o digital, mejor desplegarlo así. La máxima es siempre estar donde está el target.
Pero la digital adolece en ocasiones, por parte de los anunciantes, de la necesaria comprensión de que al fin y al cabo es publicidad. Que sea una evolución supervitaminada no significa que funcione de forma inmediata.
Y esta idea se presupone más veces de lo que se podría pensar. Es como si se pensara como si fuera una máquina de hacer churros. Como si lanzar la campaña fuera a garantizar de forma inmediata las conversiones.
Que sí, que a veces funciona inmediata, pero lo normal es que necesite su tiempo. Un proceso de aprendizaje tanto en la gestión de la campaña, como de la propia IA del adserver, como en lo que tiene que ver con la estrategia y el diseño de la campaña, el funcionamiento de los objetivos de atracción o incluso del propio servicio o producto.
Si no se respetan estos tiempos de aprendizaje necesarios para evolucionar la campaña y se toman decisiones precipitadas movidos por urgencias que no se tienen con la publicidad convencional, estaremos desaprovechando las verdaderas potencialidades que nos ofrece.