El nivel de estabilidad de muchos de los sistemas tecnológicos en los que nos apoyamos a diario, generan una sensación de seguridad más optimista de lo que de verdad sería razonable, tanto es así que se genera una ilusión de infalibilidad peligrosa.
Tener esa sensación de seguridad es lógico, pero renunciar a planes alternativos en caso de que fallen ya no tanto. Y es aquí, en este punto, donde de verdad la cosa se pone peligrosa. No se puede confiar de una manera tan irracional.
Para averiguar si podemos vernos inmersos en una situación de mucha vulnerabilidad es recomendable responder a la pregunta ¿qué pasa si falla esto? Si la respuesta es apocalíptica ya sabes que toca montar un sistema de contingencia.
No por si falla. Sino para cuando falle. Porque por pura estadística lo hará.