Uno de los clásicos a la hora montar una web es utilizar un mal hosting. No es que se haga de forma deliberada claro, se contratan malos hospedajes por una cuestión de precio, inercia y minusvaloración.
La búsqueda de un precio lo más bajo posible para elementos estratégicos en digital es un clásico. Si el modelo de negocio se apoya de forma crítica en la web, buscar el sitio más barato es un fallo tan evidente que se explica por sí solo.
Teniendo en cuenta que la elección condiciona de forma enorme el resto de cuestiones que se construyan, y aún sabiendo que las migraciones normalmente son más complicadas de lo que podría pensarse, se sigue intentando reducir en algo cuya horquilla de costes varía tan poco entre las baratas y las caras.
La inercia es la que te lleva a usar el mismo hosting para todo, por razones todas equivocadas. Que se explican con frases hechas sin sentido, tipo ‘siempre lo hemos hecho así‘, ‘es lo que utilizamos habitualmente‘ o ‘es al que estamos acostumbrados‘.
Laminusvaloración del hospedaje es un clásico extensible a muchas otras áreas de coste de digital. Del mismo modo que se asume que un local físico va a tener una serie de condiciones con cierto nivel de exigencia, en digital se entiende que no es para tanto, a pesar de serlo.