El pasado domingo hubo un cero energético en la isla de Tenerife. La última vez que ocurrió algo así fue hace más de 10 años y entonces al menos podíamos comunicarnos, en ese aspecto ahora tenemos menos opciones.
En un territorio limitado como una isla, una caída total del suministro eléctrico tiene una serie de connotaciones diferentes. No puedes coger un coche y buscar una zona con suministro.
Recuerdo lo que hice en el último apagón en Tenerife: ponerme a twittear e informarme de lo que pasaba, descubriendo que llegaba a toda la isla, hablar por teléfono con familiares y amigos, etc…
Pero ahora, en lo referente a comunicación y posibilidades de información, la cosa ha cambiado drásticamente.
Por un lado muchísimos usuarios de telefonía tienen instalada fibra en sus domicilios y si se va la luz, el router se apaga y el teléfono fijo deja de funcionar, algo que no pasaba con las antiguas líneas de cobre.
Y por otro lado, el número de usuarios que utilizan la telefonía movil ha pasado de un porcentaje de la población a excederla –hay más líneas móviles que personas– por lo que las estaciones de voz y datos móviles que siguieron funcionando con SAI se vieron colapsadas.
En resumen, antes al menos podíamos comunicarnos e informarnos mientras tuviéramos batería en el móvil, ahora va cayendo todo en cascada y el grado de incomunicación es altísimo.