La alta densidad publicitaria de los medios, en sus versiones digitales, se ha convertido en una seña de identidad de los mismos. La precarga, carga, cambios en la maquetación, vídeos desplegables y banners autoexpandibles están totalmente generalizados.
Este tema no es nuevo, pero cada vez es más notable. Es evidente que no se ha encontrado una buena solución. Tal cual está no le gusta a nadie: anunciantes, soportes y usuarios se quejan sin saber a dónde ir.
Los medios, apretados por la exigencia en ingresos publicitarios, comprometen cada vez más parcelas del soporte, proponiendo formatos tremendamente pesados y contrarios al entorno digital.
Los usuarios que consumen la información, aceptan ser objeto de estos impactos, en una especie de gincana por la que sortean los distintos anuncios, con una pericia asociada a los gamers más experimentados.
Los anunciantes se insuflan la autocomplacencia que les genera desplegar anuncios densos en medios potentes, dejando de lado la lectura de métricas orientadas a los objetivos.
Todo mal, todo fallido. Porque se trata de circo que solo funciona porque se decide que así sea entre anunciantes y soporte. En un autoengaño colectivo inexplicable. La realidad es que no funciona, la ceguera de los usuarios a estas piezas publicitaria es enorme.
Pero oye, la rueda sigue girando. Al menos, hasta que se decida buscar otra solución que sea efectiva para anunciantes, no maltrate a los soportes y sirva a los usuarios.