Una de las asignaturas pendientes que tiene el asesoramiento realizado como fase previa a la contratación de servicios en el ámbito digital es su infravaloración. Las horas dedicadas a la explicación de las distintas posibilidades a la hora de acometer un proyecto normalmente se van al limbo.
Es cierto que se trata de una apuesta, y que de alguna manera luego se incluyen si la cosa sale adelante. Pero ¿qué pasa cuando no sale? Todo ese tiempo invertido en reuniones y propuestas detalladas se pierde.
Y esto está realmente mal, la apuesta no la debería hacer el posible prestador del servicio. Debería ser cosa del potencial contratador del mismo. Dicho de otra forma, el desconocimiento de la materia debería sufragarlo el que quiere contratar el servicio, independientemente de si sale adelante o no.
Algo similar como lo que pasa cuando acudes a otros sectores, como el legal o sanitario, en el que la hora de consulta sobre un problema, se factura al margen de la decisión que se tome después.
Esto que en entornos digitales parte del lado equivocado, luego se va complicando en ciertos casos, con reuniones explicativas sobre cada uno de los pasos, que consumen una cantidad de recursos en horas, que pueden llegar a canibalizar los costes de la acción del servicio en sí mismo.
Otra cosa, y que da para otra entrada, son las personas, que conocedoras de esta dinámica, crean esta situación con el único objetivo de conseguir asesoramiento gratuito, sin intención de contratación ninguna.
Algo que no hace más que afianzar la idea de que este tipo de consultas deberían ser similares a las de otros ámbitos, que culturalmente están aceptadas de forma consolidada.