Cuando una jornada no tiene un foco definido, más allá del cumplimiento de un horario, la gestión de las tareas que se llevan a cabo dentro de ese tiempo se aclimatan al mismo, más que a las propias tareas.
Si hay que estar tantas horas, sobre todo cuando, el número de horas es claramente excesivo, se busca de forma natural los momentos de descanso y esparcimiento necesarios que hagan soportable el trance.
Está más que demostrado los beneficios que tienen jornadas más cortas y focalizadas en las tareas, no solo en lo que respecta a la productividad, sino lo que reporta a la vida de las personas disponer de más tiempo de esparcimiento fuera del horario.
Esto se traduce en más descanso que correlaciona con la energía para afrontar futuras jornadas, sino en la capacidad de planificar, de tener perspectiva en lo que se desarrolla, sin contar con los beneficios sociales, familiares, etc…
La jornada extensa es una losa que hay que sobrellevar de la mejor manera, lo cual no significa que sea la mejor. Todavía nos queda mucho por recorrer en ese camino, pero cada vez es más personas lo entienden y eso ya es un avance.