Cada vez son más las personas que no han pasado un solo día lejos de los teclados en los últimos diez años. Quien dice teclados, dice pantallas. Aunque la referencia a las teclas incluye el matiz del usuario activo.
¿Cómo es posible que ocurra esto? Ni un solo día sin teclear. No solo los días de trabajo, también los de descanso, de fiesta y sobre todo de desconexión. A lo que ahora llamamos desconexión, puede sustanciarse en quedarse en casa viendo una maratón de una serie.
Lejos de los clichés asociados a las explicaciones de las adicciones a la tecnología, la necesidad de comunicarse, etc… Hay que entender que hemos virado de forma notable el horizonte de muchas actividades vitales.
De hecho, muchas de las que realizamos tienen como principal o único objetivo ser mostradas en pantallas. Si nos comemos un plato exquisito, si vamos a la playa, si estamos de fiesta, o todo lo contrario, y no lo contamos en el entorno digital ¿realmente ha sucedido?
Llegados a este punto debemos probar a pasar espacios desconectados de verdad, aunque solo sea por el contraste de actividad. No sé, probar. A ver qué pasa. Es más, en un alarde de originalidad, podríamos desconectar y no contarlo. Dejarnos eso para nosotros mismos.
Por cierto, la foto que acompaña esta publicación la saqué hoy en un momento de desconexión. Inmediatamente la publiqué en las redes sociales. Pero esa contradicción no me desanimó a la hora de escribir esta entrada. Soy lo peor.