En la productividad todo lo que infravaloras te mata. Una de las cuestiones que menos se tiene en cuenta son las dinámicas perniciosas asociadas a la falta de continuidad y concentración, asociadas a las interrupciones.
No se tiene en cuenta ni por parte propia ni ajena. Y tiene una complicada solución una vez que se consume los tramos potencialmente más productivos de la persona interrumpida. Una vez pasado ese tiempo ya puedes dar por perdido el día.
De esta manera, se pueden ir deshojando días del calendario en los que no se consigue hacer nada, o al menos esa es la sensación. Mientras que si se consigue sincronizar un tramo propicio sin cortes, se puede avanzar mucho de forma eficiente.
La lista de tareas puede ser enorme y su peso, la carga de tareas que caen mientras las anteriores no se han despejado, ir aumentando hasta provocar el temido agotamiento que inutiliza a cualquiera.
Si no nos damos espacio para poner el foco, la situación entrará en una espiral perniciosa. Esto sobre todo se nota los días productivos, en los que no se producen este tipo de situaciones.
Cuando de repente te das cuenta de que has despejado tareas como un campeón. Algo que se puede atribuir a otras cuestiones, pero que en la mayoría de los casos responde a ese espacio en el que has podido secuenciar las tareas por ti mismo sin eventos sobrevenidos.