Cuando se exigen demostraciones de coherencia a las personas es importante recordar la cantidad de veces que nos contradecimos, y no necesariamente de forma pública. Las dudas y contradicciones que provoca son de lo más humano que hay.
Tanto es así que a menudo se me ocurren determinadas ideas, que antes de que se me olviden las acabo apuntando para acometerlas más adelante. Lo que sea que se me ocurrió lo veo bien y acometible.
Pero al volver a recuperarlo casi siempre me doy cuenta de que no vale. El tema en mi caso es tan exagerado que ya sé que si aplazo una idea es que la voy a desechar, al margen de que me siga pareciendo bien en el momento.
Un poco de tiempo, a veces solo un día, y ya la estoy tirando a la papelera. Así que si de alguna manera uno es capaz de ver bien y mal cualquier cuestión, solo con un trecho temporal tan corto, imagina cuando la perspectiva es de años.